Lo que hace un homenaje y un trofeito.

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Pues nada, que con todas las reservas del caso, en especial de ocuparnos de un suceso registrado a cientos de kilómetros, pero siendo testigos gracias a la magia de la televisión, hay que señalar que el "Púas" Rubén Olivares se vio mal vistiendo la camiseta del América, antes del partido que acaparó la atención de millones de fanáticos, mismo que recibe el título de Clásico del Futbol Mexicano, en el estadio Azteca la tarde del domingo próximo pasado.

Un acto en el cual la directiva americanista, encabezada por Javier Pérez Teuffer , su presidente, rindió homenaje a uno de los más grandes boxeadores de México. Baste recordar que fue cuatro veces campeón mundial, dos en al división de los pesos gallo y otro tanto en la categoría pluma.

Para muchos expertos en el deporte de las narices chatas y orejas de coliflor, el nativo de Iguala, Guerrero, orgullo de la colonia Bondojito, barrio bravo, de puñetazos, de amigos de lo ajeno, de bullangueros y sociables moradores, ha sido el merecedor al título de el Ultimo Idolo del Boxeo Mexicano. Rayando a la altura del "Chango" Casanova y "Toluco" José López quienes como Rubén, hicieron de su vida un papalote y lo empinaban, al igual que el codo un día sí y otro también, o un "Ratón" Raúl Macías el reverso de la medalla con un comportamiento ejemplar dentro y fuera de los encordados.

Su existencia la comenzó en la calle, en el asfalto vagó equilibrándose entre los basureros, patín y trompón. Fue el platillo favorito de la injuria; su carácter se fue endureciendo con los desprecios y marginación; fue carnada para los gendarmes de esquina, cuicos sinónimo de corrupción que le enviaron a chirona.

Arrancó el alarido de los amantes al pugilismo a los 17 años de edad, cuando fue una de las estrellas del Torneo de los Guantes de Oro, campeón en la división mosca en 1964, tras los primeros combates bastaba el anuncio de su nombre en la cartelera para que el público abarrotara las gradas de la Arena Coliseo, el llamado Embudo de Perú. Escenario de tantos episodios gloriosos en la historia del boxeo mexicano, enclavado en el meritito barrio de la Lagunilla.

Fue participé de ese certamen por iniciativa del "Chilero" Manuel Carrillo, quien le enseñó los secretos del llamado Arte de Fistiana, desde pararse sobre la puntas de los pies hasta tener una guardia con el brazo izquierdo muy adelantado --a la antiguita--para hacer rápido contacto con el enemigo. Ya que no fue incluido ningún peleador de mínima categoría para asistir a los Juegos Olímpicos celebrados en Tokio, Japón, en 1964, él formaba parte de la selección de pugilistas y se quedó vestido y alborotado.

Por su vivir desordenado, por valentón, por lengua suelta y bravucón se identificó con las multitudes, con el pueblo, a grado tal que se propuso se le declarara Propiedad Nacional en su época de gloria.

Con ese estilo llegó solo a los desaparecido baños Jordán, frente al milenario Salto del Agua, inmueble de arquitectura colonial, edificio gris en cuyo interior había el gimnasio más grande y era el establo del extinto Arturo Hernández, el "Cuyo", --llamado también el "Tormentoso"--. Rubén trepó al primer piso del vetusto edificio y se encaró al polémico manejador de peleadores (el que más campeones del mundo dirigió) y le espetó tan pronto lo vio: "Señor Arturo, yo quiero ser campeón del mundo".

El "Cuyo" le barrió con la vista de arriba a bajo de su enclenque anatomía y soltó la carcajada, al momento que gritaba: "Hey, Manuel (Carrillo) aquí tienes a este chamaco que quiere ser campeón del mundo", sin dejar de reírse. El "Chilero" Carrillo (muerto trágica y no tan misteriosamente por haber sido involucrado en el bajo mundo de las apuestas clandestinas), puso la palma de la mano diestra sobre los hombros de Rubén y se lo llevó y desde entonces de hizo una unión que solo la parca pudo separar.

Fue el 22 de agosto de 1969, en el Forum de Inglewood, ganó por no nocaut en el quinto episodio (el favorito de Rubén), de una pelea pactada a quince, así logró ser campeón del mundo por vez primera en la división de peso gallo. El "Púas" llegó a este combate con un récord impresionante como pelador profesional invicto, apenas un empate y, cosa más extraordinaria, sin haber sido campeón estatal o nacional.

Sus desmanes, sus orgías, su desapego al gimnasio, sus pleitos con el "Cuyo" Arturo Hernández eran la nota diaria de los reporteros de la fuente boxística de todos los medios de información.

Perdió el fajín ante Jesús Castillo y lo recupero. Tres veces más fue campeón del mundo.

Ganó mucho dinero, miles de dólares pero se le fue entre los dedos de la mano, como se va la arena de la playa. En francachelas y las parrandas de noches sin fin con pirujas y los "amigos" incondicionales que siempre rodean al exitoso.

El futbol fue otro de sus deportes favoritos, su relación con varios jugadores del Atlante fue notoria. Muchas ocasiones acudió al estadio para mezclarse con los integrantes de la porra brava de los llamados Potros de Hierro.

Ya en el retiro (habrá oportunidad de ocuparnos en otra ocasión del "Púas", porque merece la pena que los jóvenes conozcan más de este ídolo de ídolos del deporte en México), formó un equipo de ex compañeros de la cachetada rentada y pese a que sus uniformes eran definidos, no fueron pocas veces en las que los ex boxeadores vistieron igual que el Atlante, debido al amor que, pregonaba, Rubén Olivares profesaba al conjunto popular.

Es por ello que este domingo se vio mal vestido de americanista, no por presentar esa cara abotagada pro los estragos etílicos, el abultado abdomen, es simple y sencillamente por dejarse llevar por el momento. Los atlantistas trinan de rabia, por la volteada de espalda del Muchacho Alegre.

20/01/03 Nota 6594 

Brasil PentaCampeón del Mundo.