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Las manos de la Sierra de Zongolica, la palabra hecha objeto.
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A+ A- • Más de 650 artesanos se dieron en Atlahuilco para la premiación de la III Edición del Concurso de Arte Popular de la Sierra de Zongolica.
• Los trabajos fueron evaluados por un jurado calificador compuesto por tres especialistas en la materia.
Por: GGM.
Atlahuilco, Ver.- Es temporada de girasoles silvestres en la Sierra de Zongolica y las estribaciones de la carretera que serpentea entre las montañas se visten de colorido; a lo lejos, los siempre cambiantes tonos del verde del bosque contrastan con el cielo raso al mediodía, más tarde todo será nubes, como es la costumbre climática de estos lugares.
A propósito de costumbres, el centro de Atlahuilco, un pequeño poblado que es cabecera del municipio homónimo, se adorna de otro tipo de colorido, el colorido artesanal de más de 650 magos de las manos, maestros de la construcción de figuras inusitadas que se dieron cita en el patio central de la iglesia principal, los bajos del palacio municipal y la calle que los divide para la premiación de la III Edición del Concurso de Arte Popular de la Sierra de Zongolica.
Artesanos de los municipios de Astacinga, Atlahuilco, Los Reyes, Magdalena, Mixtla de Altamirano,
San Andrés Tenejapan ,
San Juan Texhuacán , Soledad Atzompa, Tehuipango, Tequila, Tlaquilpa, Tlilapan, Xoxocotla e Ixhuatlancillo fueron convocados por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) por medio del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) y el Gobierno de Veracruz por medio de la Secretaría de Turismo y Cultura (Sectur), a través de la Dirección General de Arte Popular.
En su tercera edición, los más de 650 trabajos recibidos fueron evaluados por un jurado calificador compuesto por tres especialistas en la materia:
René Ramírez Ordoñez , de la Escuela Superior de Artes de Veracruz; María del
Carmen Martínez Cruz , de la Escuela de Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y
César Parra Olmedo , de TV-UNAM.
Ellos consideraron diversos puntos integrales como el rescate de técnicas y conocimientos ancestrales en la facturación de los objetos, así como la calidad y grado de especialización en la aplicación de tintes sobre las fibras de lana, y la línea estética de la indumentaria. Los trabajos ganadores hablan por sí mismos, cualidad que debe observar todo trabajo manual que entra dentro de los lineamientos de las artes visuales.
Parra Olmedo comentó que "la impresión más importante de este lugar es que la sierra ofrece un mosaico cultural, y hoy han participado más de 650 registros, ése es uno de los grandes logros: que no se pierda la tradición y que se cultive la sustentabilidad a través de los recursos y sobre todo la forma de expresarse con un diálogo intercultural entre lo indígena y lo mexicano".
En medio de este gran mosaico de representaciones que se dio cita en el corazón de la sierra, la vertiente que hermana a los trabajos es que surgieron de los recursos que esta zona proporciona y del apropiamiento que los pobladores de la montaña hacen de ellos; cada pieza, por pequeña que parezca a los ojos inexpertos, es un signo insoslayable de la cosmovisión de los moradores de la zona serrana de Zongolica, que tiene características geográficas y climatológicas únicas en el mundo.
Las hilanderas de lana, aparte de preocuparse por la estética de sus productos, tienen que tener en cuenta su funcionalidad, ya que deben cubrir al ser humano en estas frías tierras; los maestros carpinteros utilizan el encino como recurso maderable, pues es el más abundante en la región y el que más resiste, por ello una visión antropológica y semiótica del contexto serrano mira para otro lado en medio de la premiación.
Ahí, en el rincón más despreocupado, hilando, se encuentran trece mujeres del municipio de Xoxocotla que caminaron cerca de tres horas pues no cuentan con recursos para el traslado.
Doña Catalina Clemente Pérez está al centro del grupo y de la bolsa de su mandil a cuadros se desprenden objetos misteriosos que las demás ocupan en su labor.
Hablan y ríen en mexicano, su lengua original. Llevan toda la vida hilando y hoy, en medio de su buen humor, manifiestan una preocupación digna de mención, ya que "las nuevas generaciones no tienen interés en aprender el trabajo del hilado", comenta
María Isabel Castillo .
Ellas llevan tres años viniendo al concurso y no han ganado ni vendido nada porque sus trabajos no tienen color, ése es el hecho, pues no saben teñir la lana porque nadie les ha enseñado en sus más de 30 ó 40 años de trabajo. En perspectiva, sus trabajos estilísticos parecen no ser agradables a la vista, aunque su función sea satisfecha.
Al no obtener mérito por ello, las mujeres se desilusionan y abandonan la empresa, sin embargo saben que si un instructor llegara a Xoxocotla más de 25 mujeres se capacitarían en el teñido de sus obras y las nuevas generaciones verían este trabajo como una labor noble. Destacar en la sierra con un producto utilitario que todos o casi todos saben facturar requiere constante capacitación e innovación.
Del mismo municipio llegó Saúl Pérez, quien a sus 23 años abandonó la carrera de ingeniería por falta de recursos y optó por cursar una carrera técnica en pintura en la Escuela Industrial de Nogales.
Ahora, ya graduado, se dedica a pintar al óleo y a realizar un trabajo poco explotado en la serranía: darle vida a los objetos que el bosque pone en el olvido; así, raíces secas, piedras varias, cráneos de animales y semillas son el principal ingrediente de su labor; les busca forma y las altera ligeramente para explotar su intención y su veta artística.
"A mí no me gusta que me digan artista", dice mientras carga a su hijo Tonatiuh. Su pasión por las culturas ancestrales lo llevó este año a participar con una réplica en madera de una máscara funeraria originalmente tallada en turquesa, del cuello le colgó una pieza de tecxal, una piedra que ha encontrado en el camino, testigo mudo de su obra y del paso de los días en aquellas montañas.
Este contraste que le da personalidad al arte popular de la Sierra de Zongolica encuentra un hilo conductor que descansa en las tradiciones milenarias, el sistema de creencias: el mito que encuentra su reproducción eterna en el rito.
Doña Margarita vive en Tlaquilpa y se dedica al hilado y tejido de lana y a la factura de las prendas tradicionales de la región, en su caso, sus hijos Joel y Mario han decidido incursionar en el arte popular y enviar sus propios trabajos al concurso; Joel tiene una visión diferente del panorama de su generación.
Él comenta que casi todos los de su edad deciden irse a trabajar a Estados Unidos y que Tlaquilpa ha dejado de ser un municipio pobre porque llega dinero del otro lado, y que quizá por ello decidió incursionar en la confección de artesanías.
Este año realizó con lana teñida una maqueta en donde representa todos los elementos que componen el ritual de Xochitlallis, rito preponderante de la vida nahua. En su trabajo se reproduce la esencia ancestral no sólo de Tlaquilpa sino de toda la serranía, y de manera contundente el signo inequívoco de la tradición nahua, la palabra verdadera.
En el respeto de la palabra misma radica el respeto a la tradición y la quintaesencia del arte popular indígena, pero el respeto por sí sólo no es el todo de la vida en este paisaje que se presenta bello y salvaje a la vez; salvaje en el sentido de la rudeza con la que se tiene que enfrentar la vida por acá.
Aun así, las manos que construyen la sierra buscan siempre el porvenir, "ya nosotros brillamos por nuestra propia luz, no necesitamos luces para que brillemos, nada más necesitamos apoyo", concluye Saúl Pérez.
23/10/13
Nota 108799