A+ A- Como un pavo real que se aburre de luz en la tarde, así de hastiado me fui a mi elegida tierra veracruzana. Hastiado de viudez, hastiado de pronósticos presidenciales para acabar con la pobreza, hastiado de violadores de cuatro años y de padres descerebrados que los denuncian y, sobre todo, hastiado de las imbéciles y rijosas campañas de la inmensa mayoría de los aspirantes a hueso (¿qué es eso, señor Enrique de la Madrid, de "me cae que sí cumplo". Lo mismo dijo tu papá y no tan sólo no cumplió, sino que sigue declarando gansadas). De todo eso me alejé durante dos días, aunque, en honor a la verdad, he de decir que la grilla allá en Veracruz está a todo lo que da. Los priístas jarochos dan por descontado que la gubernatura, por un imperativo histórico, la ganarán ellos. Yo no estaría tan seguro, pero si creer esto los hace felices y da pábulo para que Fidel Herrera,
Miguel Angel Yunes (dos joyitas del tesoro) y el recién llegado Tomasito Ruiz hagan de su cutis chilpachole, hay que dejarlos que se deshebren en paz. Son dos del patíbulo y uno del limbo y no necesitan ayuda externa para desollarse.
Eso le dije a los "medios" que suelen estar apostados en el aeropuerto de Veracruz en espera de que caiga algún incauto visitante con ansias de declarar. Me solidarizo con ellos porque yo desempeño ambos papeles: soy incauto visitante y trabajo en los "medios", pero en este caso, yo iba a Veracruz a otra cosa y no tenía nada ni lejanamente grato que declarar sobre este trío de jaraneros. Así pues, custodiado por Canito y el Bucles, gané los espacios abiertos donde me esperaban Rosa y Orlando, hermanitos jarochos.
En honor a mis hijos, Veracruz estaba deslumbrante. La mar tranquila (en Veracruz el mar es femenino), la brisa suave, el sol radiante y La Parroquia deliciosa e inundada de alegría como siempre. Muchas bellezas vimos, probamos y disfrutamos. En compañía de mis criaturas, de 8 y 29 años respectivamente, hicimos la ritual visita a San Juan de Ulúa y nos volvieron a contar la historia de Chucho el Roto que, cada año, es más novelesca y complicada. Canito y yo estábamos embelesados. ¿Qué te pareció San Juan de Ulúa?, le pregunté al Miniyunes que ilustra mi vejez. Su respuesta fue límpida y precisa, como sólo un niño inteligente puede darla: mira papá, me pareció espantoso, porque yo me estoy derritiendo, porque yo no conocí a Chucho el Roto, porque a mí no me gusta que me cuenten de tormentos horribles y porque este lugar es casi tan aburrido como un museo. ¡Qué bella edad!. Mi apuesta es a futuro: dentro de 50 años (frente al pelotón de fusilamiento) el Bucles recordará ese día en que su padre lo llevó a conocer San Juan de Ulúa. En vista de tal entusiasmo, nos fuimos a comer muy ricamente y, al término de nuestra abundante y sazonada colación, pusimos proa a Xalapa.
Acerca de San Juan de Ulúa pudo haber división de opiniones; pero acerca de ese tibio atardecer que nos acompañó en el trayecto Veracruz-Xalapa el acuerdo fue unánime: la pura belleza. Yo veía ese dulcísimo paisaje y no dejaba de preguntarme: ¿qué partido pudo haber logrado que este territorio sea actualmente uno de los cinco estados más pobres de México?. Con la noche ya cercana llegamos al rancho "Los Deseos" ubicado en Banderilla, Veracruz. Andrés se entreveró con los niños y con los mil y un animales que ahí se mantienen vivos y fue muy feliz. Yo también porque pude platicar sin prisas con mi gente, mis amigos, mis antepasados.
Todo fue una larga fiesta que abarcó el domingo y que sólo terminó con nuestro regreso al aeropuerto de Veracruz. Ahí, a las nueve de la noche, tomamos el avión, nos encontramos con Fidel Herrera que ¡por supuesto!, iba en primera (¡en un vuelo de 35 minutos!) y llegamos a nuestro lugar de descanso. Alabado sea Chucho el Roto. Otro día, les cuento más.
01/09/03
Nota 12780