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Chavela Vargas demostró que la sensualidad y la pasión no están peleadas con la edad, en el
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A+ A- Veracruz .- En una noche nostálgica y de intensas emociones, de ésas que ponen la piel "chinita", Chavela Vargas brindó el sábado por la noche un concierto en el marco del
Festival Agustín Lara 2003, donde no sólo se rió de la "Soledad" o le echó una sensual indirecta a su "Macorina", sino que aceptó el alma que lleva como mexicana y que opaca su sangre costarricense.
Y es que pareciera que para la Vargas la sensualidad y la pasión no están peleadas con la edad o el ritmo de la canción que interpreta; todo viene en el mismo paquete, que a pesar de sus 84 años de edad sigue cantando con esa característica voz aguardentosa, quizá recordando aquellas noches que, con tequila en mano, cantaba a las personas que más ha querido.
Aunque a veces comenta que "se le va la onda", la Vargas, cándida y atrevida, nostálgica y evocadora, continúa gritando a los cuatros vientos por qué sigue soñando con ese pequeño pueblo veracruzano donde hoy radica, ya que según afirma en las letras de sus canciones: "Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida" y quizá éste sea uno de ellos.
"Un mundo raro", como reza la canción compuesta por
José Alfredo Jiménez , puede ser el que vivió Chavela en esta velada jarocha; su público, lo mismo jóvenes que ancianos, hombres y mujeres, gozaban y se sumían en un lento letargo musical acompañados por el "buque" sonoro de la artista, quien paradójicamente es uno de los pilares de la música mexicana.
Mientras contaba de esas "Noches de ronda" de la mano del mismísimo Agustín Lara, casi como un lamento seguía pidiendo "Piensa en mí" o platicando de "Aquel amor", cantando con el mismo sentimiento que tantos años en la escena artística la han caracterizado, demostrando que para una buena bohemia, sólo bastan una guitarra, un tequila (que en esta noche faltó) y una gran audiencia.
Todos sus temas llegan y calan de los poros hasta los huesos, recorren desde la punta del pie a la cabeza y se proyectan directamente al corazón, y aunque lo sabe y se emociona hasta el final con sus propias interpretaciones, Chavela Vargas, agarrando su gabán rojo, asegura que las féminas como ella no lloran, quizá evocando a los viejos machos de la época revolucionaria.
Pese a que la gente se le había entregado a Chavela Vargas, cómplices del rictus de sentimiento y sensualidad realizado sobre el escenario del teatro Reforma, la intérprete todavía debía satisfacer una petición.
El público manda y Chavela Vargas lo sabe. Sin preámbulos de por medio, decide elevar su último quejido, que más que esto pareciera un lamento que viajara hasta el infinito del universo.
"Salías del puerto un día, llorona, cuando al pasar yo te vi... hermoso huipil llevabas, llorona, que la Virgen te creí", cantaba la artista, mientras su gente, que había hecho hasta lo imposible por ocupar las localidades más cercanas a ella, estaba sumergida en el dulce sabor del hechizo que la artista costarricense había conjurado para que su presentación fuera simplemente inolvidable.
22/12/03
Nota 16975