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Natalia Lafourcade, chiquita rockera y alternativa
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A+ A- Veracruz .- La cantante vive la fama conservando la esencia de una adolescente que lucha por sus ideales; los premios, dice, sólo sirven para que la gente la conozca
Apenas pasa de un metro y medio. Camina despreocupada y con pasos amplios, pisando sus pantalones de mezclilla. Tiene 18 años y con su propuesta musical fue nominada al Grammy por
Mejor Disco Pop y aunque está inquieta por los resultados, dice que un reconocimiento no afecta su parte creativa, porque ella y su banda "tocamos porque nos gusta, y no para vender".
Por ello, Natalia Lafourcade y su grupo La Forquetina aseguran que, pese a la imagen que manejan y con la que es más fácil llegar a gente catalogada como "fresa", su intención es "seguir evolucionando como grupo, ser la misma esencia, pero con arreglos más alternativos", pues consideran que "el estilo no se cambia, sólo evoluciona".
La almohada no miente
"En el escenario eres músico, te aclaman, tegritan, te adoran, te aprietan, te rasguñan, te todo, pero llegas a tu habitación y te das cuenta de que estás solo, entonces regresas al lugar de donde saliste y donde si quieres comer tienes que ir por las tortillas, lavar tu ropa, asear tu baño, entonces te das cuenta de que aquello es parte de la espuma y que la almohada no miente.
Por eso, insisten: "Nuestro trabajo lo hacemos porque nos gusta y en primer lugar lo hacemos para nosotros, y lejos de interesarnos llegar al público `pesado` o al `fresa`, lo que queremos es llegar al público que en verdad escucha música".
¿Y si después de cinco minutos de fama todo termina?
Mmm, pues eso no nos preocupa, porque si no tenemos dónde tocar les llamo por teléfono y le digo: "Oye, nos vemos mañana para tocar ¿no?" Sí, aunque no haya nada, y no es por despreciar las cosas, sino decir qué chingón, si no hay escenario no importa, porque nosotros tocamos para nosotros y la esencia, que es el talento y la música, ahí están, dice Lafourcade.
¡Qué chafa soy! Y así, en la azotea del lugar donde ensaya junto a su banda La Forquetina, ella, la adolescente que de niña no podía aprender a leer después de que a los seis años un caballo le diera una patada en la cabeza, primero con reserva y después de un prolongado silencio, reconoce: "Aquello fue una de las cosas que me marcó.
Tenía muchos problemas en la escuela y mi mamá no se preocupó por eso, en cambio me inscribió en clases de cerámica, flauta, solfeo, música, pintura y actuación; y si bien ya no me acuerdo de cómo hacer cerámica, lo chido es que me clavé en la música, que es mi verdadera pasión."
A lo que agrega: "Yo me manejo por medio del oído y la intuición, que son mis únicos elementos para hacer música. No podría decir que soy músico conservatoriano o uno que haga partituras o arreglos y, como he señalado antes, si no me hubiera dedicado a cantar, seguro estaría en la playa pescando, porque me encanta el mar, aunque también me gusta el cine, el diseño y en general todas las bellas artes".
En algún momento de su vida, confiesa: "No me gustaba lo que hacía, porque cuando cantaba lo hacía como Shakira, entonces decía `chale ¡qué chafa soy, estoy imitando!` y me deprimía; sin embargo, hoy es distinto porque ahora sí me gusta lo que hago. Primero, lo hago para mí porque me da placer y luego para que agrade a la gente, no al revés".
Y así, con la seguridad de que sus sueños se cumplen y con la confianza de que el destino existe, Lafourcade asegura que algún día llegará a alternar en un escenario londinense al lado de los músicos que venera.
26/12/03
Nota 17001