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Trágica pesadilla vivimos el 28 de agosto de 1973.
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A+ A- El color del amanecer presentaba una brillantez anómala, podría decirse enfermiza. Se sentía el silencio: un silencio extraño, grávido de una premonición siniestra. A las3:50 a.m. el subsuelo de la región se movía como un dinosaurio gigantesco saliendo de su sopor. Minutos después, la zona fabril se hallaba inmersa en el estupor de sus ruinas: había tenido lugar el más grande desastre que registra su historia.
El terremoto de aquel 28 de agosto de 1973 había causado la muerte de por lo menos 300 personas, destruido iglesias, hospitales, escuelas, viviendas, y todo lo construido que se encontró a su paso. La víbora que cruzó la tierra provocó también que las fábricas pararan, y que los obreros de las empresas textiles, papeleras, y cerveceras abandonaran las fuentes de empleo para salir en busca de sus familias.
Todavía recuerdo con angustia y desesperación que antes de iniciarse el sismo, en el cielo una luz roja inundó el firmamento acompañada de ruidos extraños que anunciaban muerte y destrucción del Valle de Orizaba.
Mi padre todavía vivía y durante el temblor me llevó al marco de la puerta para protegerme, mientras mi madre hacía lo suyo con los hermanos que se metía debajo de una mesa de hierro que el abuelo había regalado el día de su boda.
Las luces se apagaron y fueron segundos y minutos en que la muerte acechaba a los hogares orizabeños, porque en el edificio de la Packar de Oriente 6, cuando los inquilinos de los departamentos salían al balcón a observar la destrucción parcial de la ciudad, la construcción de vino abajo y ahí fallecieron varias personas.
Los diarios informaron en aquellos años que habían muerto cerca de 300 veracruzanos, y que había desparecidos, pero en esos momentos lo más importantes era prestarle ayuda a las familias damnificadas, aquellas que entre escombros buscaban a los hijos, las esposas, y familiares que quedaron atrapados en las construcciones que se desplomaron como sí estuvieran construidas de galletas.
Las estaciones de radio dejaron de emitir la señal, y solo se escuchaba el ulular de las ambulancias, patrullas de la policía y vehículos del ejército que habían llegado a ayudar a quienes había perdido su patrimonio.
Hay historias de héroes anónimos que arriesgaron la vida para salvar la de otros.
Pero el pueblo de entre las cenizas empezó a levantar otra gran ciudad que es la que hoy disfrutamos, pero que solo valoramos cuando se sufre una desgracia como la de aquel 28 de agosto de 1973.
28/08/04
Nota 26428