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Es común referirse a Paulo Freire como un joven estudioso, profesor de historia y filosofía.
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A+ A- Guillermo H. Zúñiga Martínez.
Se admira, por lo general, a quien causa grata sorpresa por sus relevantes cualidades demostradas en los diversos campos de la actividad humana. Muchísimas personas me han avivado esta actitud debido a su trabajo y deseo manifiesto de contribuir, con su talento y habilidades, en beneficio de la humanidad.
Desde hace décadas me excitaron las aportaciones pedagógicas de Paulo Freire, porque indubitablemente es uno de los grandes exponentes teóricos y prácticos de la formación democrática del pueblo. Siempre aprecié su vocación por el estudio y vehemente deseo de compartir su saber y dialogar, para encontrar respuestas conjuntas a problemas comunes. Como es sabido, el virtuoso brasileño empezó a trabajar desde 1947 con grupos sociales y penetró con facilidad en la búsqueda de recursos para persuadir a los ignaros de que nadie lo sabe todo y que tampoco existen personas que desconozcan todo.
Es común referirse a Paulo Freire como un joven estudioso, profesor de historia y filosofía de la educación en la Universidad de Recife; se le conoce también como un singular creador oral que discurre con vehemencia sobre temas escabrosos que hace totalmente sencillos; también se le estima como cristiano militante con cuyas creencias difundió los valores de libertad, justicia e igualdad. Estos atributos los poseen también distintas personalidades, hombres y mujeres, no tan sólo en el continente americano sino en el resto del mundo; pero lo que me subyuga de este pensador brasileño, es que no se limitó a hablar y escribir, sino que llevó su esfuerzo al encuentro con la realidad. Se trata de un hombre sobresaliente, decidido a corroborar sus planteamientos cuando se interesa por platicar constantemente con campesinos y obreros en su país de origen, por lo cual la pedagogía que propone se va sublimando en la medida que encuentra resultados formidables en la respuesta, no de sus alumnos, sino de sus congéneres, con los cuales reflexiona y acciona para engendrar manifestaciones liberadoras.
Paulo Freire es de los pocos eruditos que ha trabajado con labradores y amas de casa, lo cual lo llevó a fundar círculos de cultura y a realizar un movimiento que acobardó a las autoridades gubernamentales, a grado tal que fue encarcelado; es de los primeros educadores a los cuales se reprimió para evitar una auténtica revolución en las actitudes sociales.
Seguramente usted y yo conocemos a muchos escritores y personas cultas que discuten, escriben, destruyen, critican, se destacan por sus expresiones teóricas y reflexiones fáciles, pero es muy difícil saber que van a las regiones marginadas y rezagadas de Veracruz y de México para trabajar sistemáticamente con los que en forma despectiva llaman analfabetos, por lo que considero que es muy positivo soñar e imaginar que cientos de revolucionarios cafetómanos y áulicos concurran a las comunidades, las visiten y convivan con campesinos, pescadores, leñadores, etc., a los que muchas veces dicen defender con sus ideas, pero en verdad nada positivo hacen por ellos.
Es muy común, nadie me dejará mentir, que cuando se recorren las zonas rurales de Veracruz, en serio, solamente encontramos a los profesores -que deben ser la verdadera punta de lanza del progreso-, es muy raro ver ahí a antropólogos, economistas, literatos, abogados, ingenieros, químicos, sociólogos, médicos, historiadores, catedráticos, etc., que se dediquen a compartir sus experiencias y destrezas con los marginados, por lo que lo ideal sería que reprodujeran el ejemplo de Freire para que la construcción didáctica sea intercambio, respeto mutuo y que en medio de esa actividad creadora se enriquezca la cultura.
ghector42@hotmail.com
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19/09/05
Nota 38118