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El Quijote del Amparo.
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A+ A- POR: GUILLERMO H. ZÚÑIGA MARTÍNEZ
Lo conocí en la cátedra. Desde su asiento lanzaba la mirada fulgurante e invadía el ambiente áulico; el grupo, numeroso por cierto, guardaba un silencio expectante para escuchar sus enseñanzas. Era alto, de complexión delgada, frente amplia y de vestir elegante, sin exagerar.
Estaba frente a nosotros el profesor del Juicio de Amparo -según su propio decir-, el escritor, investigador, estudioso de la ciencia jurídica y, sobre todo, el autor de los libros de texto obligatorios en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México, sobre Constitucional, Garantías y Amparo.
Cuando iniciaba su clase, capturaba la atención del auditorio; desarrollaba sus principios e ideas con notable facilidad taladrando las mentes ávidas de saber de la juventud que él conducía por los laberintos históricos, los orígenes, desarrollo y función de la Institución que nos legaran
Manuel Crecencio Rejón y Mariano Otero, a la cual enriqueció y que encontrara en él a su mejor exponente.
Sus ademanes eran firmes, vigorosos y atrayentes, su gesticulación y mímica portentosamente cadenciosas, pero sin duda alguna su voz profunda y bien educada hacía que sus alumnos estuviéramos pendientes de cada palabra y de cada frase. Para nosotros representaba la sabiduría personificada cuando profundizaba en el conocimiento y exégesis de la ley.
En algunas ocasiones le agradaba recrear su vasta cultura universal, correlacionaba el Juicio de Amparo y el significado de los derechos individualizados con los mundos griego y romano; nos conducía por las valiosas contribuciones lícitas de Francia e Inglaterra y por las fuentes primigenias localizadas en el Derecho Español.
Como hombre de letras invitaba a sus alumnos a explorar el mundo filosófico, histórico y literario que son parte importante en la formación de los abogados. En verdad, constituía un privilegio escuchar a tan distinguido intelectual porque representaba el coraje, la convicción y la fe de un auténtico, probo y exitoso defensor de la legalidad.
Quiero evocar una de sus clases que más me llamaron la atención porque al puntualizar sobre la evolución histórica del Juicio de Amparo en nuestro país, para contestar a la pregunta de una compañera, inició el relato de una novela llevada con gran éxito a las pantallas cinematográficas, denominada "El Ángel Azul". Con el tiempo admiré la obra y disfruté la película, lo que me permitió comprender que aquel maestro serio, legista prototipo del jurisconsulto mexicano, sin expresarlo directamente se manifestaba como un hombre de emociones, ideales y fundamentalmente de vivencias incompartibles, porque así como se enamoró de las instituciones republicanas y se apasionó por la defensa del Estado de Derecho, nos quiso decir que también, como ser humano, podía amar profundamente a sus semejantes, pero sobre todo a la mujer.
Fui su discípulo en su Alma Máter y sin recurrir a caminos intrincados quiero expresar que me siento muy orgulloso de haber tenido un mentor resplandeciente como lo fue el ilustre quijote del Juicio de Amparo:
Ignacio Burgoa Orihuela , quien partió hacia el infinito el pasado 6 de los corrientes, en la ciudad de México. Descanse en paz tan excepcional doctor en Derecho Constitucional.
ghector42@hotmail.com
ghzm1@yahoo.com.mx
11/11/05
Nota 39414