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Columna sin nombre.
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Pablo Jair OrtegaEl desgaste y el efecto Ludovico
Este autor se mantuvo casi renuente a escribir de los fenómenos postelectorales en esta columna sin bautizar (con esto también justifico la pereza de no escribir cerca de un mes). La verdad que meses y meses de campañas políticas con miras a la presidencia de la república, cansaron los temas, hicieron aburridos los noticieros, fastidiaron las frases, la demagogia, los mensajes de siempre… y desgraciadamente los titulares siguen siendo electorales.
Sí. Es cierto. Es importante el asunto de las elecciones porque así se decidirá quién será el próximo presidente de nuestro país, sólo que a este autor no le parece justo seguir hablando de la porquería de cómo se maneja la política y reproducir lo que son las luchas de intereses entre grupos que a fin de cuentas a mi como veracruzano, como periodista, como minatitleco, ni me va ni me viene. Ni trabajo para Calderón, ni para el Peje.
En Tabasco, sólo como apunte, se recuerda cuando los medios locales no le hicieron eco a
Andrés Manuel López Obrador en sus protestas contra el gobierno estatal de Roberto Madrazo, y tal movimiento simplemente desapareció. A veces hay cosas más importantes que atender en nuestras propias casas.
Fueron días y días de campañas sucias; la más puercas que se recuerden. Se llegó a niveles donde debemos de pensar en qué sucederá la próxima elección para presidente y hasta qué grado llegarán los publicistas y políticos para congraciarse con la gente o para atacar a sus adversarios. Ya estas elecciones nos demostraron que la familia para los políticos vale un bledo, y que el meterse con un hijo que estudia en el extranjero que gasta millones, o un cuñado que gana millones como proveedor del gobierno, son "simples estrategias" para descalificar a los opositores.
En serio… Llegar a un momento donde volver a hablar de las elecciones era realmente de mucha flojera. Creo que México tuvo suficiente con ver y oír por todos lados pancartas, afiches, comerciales, spots, pendones, discursos; casi un Tratamiento Ludovico nos aplicaron los políticos gracias a los pasados meses de campañas tan ruines, que cuando uno escucha más sobre la elección del 2 de julio, lo único que se genera es asco y repulsión. (El tratamiento Ludovico se explica en la novela "A Clockwork Orange" o "Naranja Mecánica", de Anthony Burgess, llevada al cine por el genio Stanley Kubrick).
Pero ni modo, finalmente hay que retomar el tema, máxime cuando es histórico el nivel de calidad alcanzado ahora por la incipiente democracia mexicana, casi fetal: a veces preocupa pensar que luego de librarnos de 70 años de la dictadura perfecta, cómo será el largo camino que nos espera al votarse y admitir resultados, si las señales de nuestros nacientes gobiernos de oposición histórica, parecieran peor como medicina que como enfermedad, por esa lucha tan desenfrenada entre los grupos políticos ahora desatados del PRI-Gobierno. Sería una película que de repetirse cada sexenio, México corre peligro de quedar en manos de unos cuantos, por la abstención, y entonces sí se aplicaría el inicio de una tangible segunda dictadura, secuestrado total y cínicamente por los grupos de poder.
En el DF, la lucha es cruenta. En verdad que no son pocos los capitalinos que luego de aborrecer al candidato Felipe Calderón, ahora también dirigen su resentimiento hacia un López Obrador que ha secuestrado la capital del país para su lucha personal. Nadie niega el derecho de manifestarse, de protestar, pero el asunto llega los límites en que los afectados son la gente que López Obrador decía en sus jingles propagandísticos querer, proteger y cuidar.
Pero más allá de que si existe o no un fraude en las elecciones, dado el número tan irrisorio de ventaja entre un candidato y otro, la lucha de López Obrador parece trascender más allá de un simple conteo voto por voto o porque se restituyan las elecciones. La presión que realiza el tabasqueño genera varios escenarios: en caso de que no haya un recuento, podrá haber más radicalización en las protestas, aunque el desgaste físico y emocional desde las primeras manifestaciones, ya están haciendo mella en los simpatizantes; algunos seguirán la protesta… pero desde sus casas.
La presión del tabasqueño también es apta para que ante un escenario que no quede de acuerdo a sus intereses, se aproveche una administración tibia en cuanto se refiere a la aplicación de la fuerza pública, o desorganizada en el mismo rubro, al grado de que los perredistas aprovecharían el momento para denominarlo como "represión", contexto favorito de la izquierda para crear mártires.
Quizás se espere lo peor, aunque a final de cuentas, tiene que llegar un momento en que se tendrían que aceptar resultados desfavorables para López Obrador (si es que los hay). Y más allá de todos los escenarios de violencia e intransigencia posible, finalmente la ley tiene que hablar.
Independientemente de los escenarios pacíficos o caóticos que nos guste presentar por el mero asunto del sensacionalismo escrito, la protesta así como va perdiendo gas, también ha desgastado la imagen de un Felipe Calderón, deslegitimándose como candidato en caso de que se ungiese como presidente de la república. Precisamente la "asamblea permanente" convocada por el perredista, ha servido de mucho para mellar la figura de un Calderón que ha vuelto a su destacable faceta de político gris, sin brillo ni luz propia, como el mediocre funcionario federal que se recuerda, protegido bajo las esferas del blanquiazul y alejado de la población que voto por él, apareciendo sólo para los medios de comunicación con discursos flojos de "no caeremos en provocaciones".
Ahora, por otra parte, de nada tendría qué quejarse ahora López Obrador en sus reclamos al viento, si fue él su principal orquestador en contra de sí mismo: de tener casi la presidencia en las manos, sus pobres tácticas y soberbia de decir "la estrategia soy yo", el no acudir al primer debate, el desaparecer de los medios de comunicación, y el pensar que el resto de los mexicanos somos como algunos defeños que le siguen fielmente, lo han hecho estar en la situación que está.
Tal vez para muchos la idea del "PG" es la del poder por el poder, a costo de lo que sea. Los simpatizantes de Calderón, muchos de la hipócrita derecha, han ido sobre este asunto a manera de descalificar al izquierdista como intolerante y autoritario, pero sin ocuparse de darle brillo a quien se supone que eligieron por tantito más los votantes. Se han ocupado tanto en atacar a la izquierda y principalmente al PRD, que se les olvida por momentos la figura de Calderón, que debe remontar un gran esfuerzo entre los mexicanos porque casi la mitad del país no quiere al panista como presidente.
Además, la derecha no tendría la autoridad moral siquiera para calificar como "intolerante" y "autoritaria" a la izquierda, cuando también son cualidades de los conservadores.
El desgaste de López a Calderón es calculado: si éste es finalmente el presidente, llegará a colocarse la banda presidencial en medio de la incertidumbre, del descontento de la mitad del país que no votó por él, y sí… pese a que decía que no quería que le "jorobaran", le seguirán "jorobándole" sin dejarlo gobernar, y con la enorme presión de quitarse de encima la campaña sucia que aparentemente lo lleva al poder… aunque tenga que usar un banquito para alcanzar el podium.
pablo.jair.ortega@gmail.com
03/08/06
Nota 45970