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Desde ayer, el clima que se percibe en las calles no es como el de todos los días.
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Juan Santos Carrera .
Orizaba.-Desde ayer, el clima que se percibe en las calles no es como el de todos los días, hoy el cielo no es el mismo, el sol calienta diferente; el viento se estrella en los rostros maltratados por el transcurrir del tiempo, el trabajo y las penas. La nostalgia se apodera de las personas, algunas lágrimas asoman en sus ojos, los recuerdos vuelven a sus mentes como películas protagonizadas por ellos mismos y que a la distancia parecen fantásticas.
Hoy, en la casa del rico, del pobre, del político, del religioso, del obrero, del campesino y del ejecutivo se encienden los sahumerios, el olor a incienso, flores y frutas inundan los hogares de miles de Mexicanos que recuerdan con una pequeña ofrenda a sus familiares fallecidos. A iniciado la temporada de Todos Santos.
Tradición milenaria que la iglesia católica a apoyado y difundido por generaciones y que tiene sus raíces en la búsqueda de un festejo a Todos los Santos, de ahí el nombre a la fecha comprendida de la noche del 31 de octubre al 2 de noviembre.
En las casas de la gente no se escatima en nada, después de todo solo es un día al año donde se recuerda a sus difuntos.
En unas encontramos plátanos, naranjas, jícamas, mango, uvas, guayaba; dulces tradicionales; flores de diferentes tipos, olores y colores; agua; sal; pan; platillos típicos que eran del agrado de sus familiares y hasta el inconfundible mezcal.
En ésta casa se recuerda al padre amoroso; en aquella a los abuelos quienes siempre irradiaron cariño y ternura; en esa otra a la siempre amada madre, al esposo, a los hijos, a los nietos y hasta a los vecinos, pero en todas existe la creencia de que hoy, las puertas del cielo se abren y los muertos reciben permiso de bajar nuevamente a la tierra.
Los frentes de las casas lucen limpias, recién pintadas, exageradamente ordenadas, después de todo hay que quedar bien con los difuntos y dar una buena imagen aunque los restantes 364 días no sea igual.
El peregrinar de puesto en puesto para alcanzar alguna oferta, la crisis golpea los bolsillos de la gente; la flor incrementó su precio, la fruta también. Pero eso no es obstáculo para que aunque sea sencillo, llevemos algo a nuestras ofrendas, las cuales posteriormente degustaremos en compañía de la familia.
Por los caminos y veredas de los cerros se ven a lo lejos figurillas que no se alcanzan a distinguir bien: son campesinos y hermanos indígenas que bajan a toda prisa para ganarle a los rayos del sol hacia los poblados más próximos para vender sus productos y si hay suerte, por la tarde acudir al mercado a comprar lo que habrá de poner en sus ofrendas donde no pueden faltar el crucifijo, la veladora, un vaso con agua y un platito con sal.
Desde temprana hora los panteones son visitados por millones de personas, no importa la edad, niños, jóvenes, adultos y ancianos, no interesan los males, aún con artritis el abuelo llega a la tumba de quien fuera la compañera de toda su vida, el niño acude a la cita con su madre quien partió cuando era un bebé, no importa nada, hoy es un día especial, mañana dios dirá.
02/11/02
Nota 4735